AGUASCALIENTES, AGS.- En una oficina blanca, Jorge Alberto Vargas Suárez, profesor e investigador del departamento de psicología de la Universidad Autónoma de Aguascalientes (UAA), se refiere al suicidio como “una violencia muy particular, debido a que un individuo la ejerce sobre sí mismo”.

De palabra precisa y lenta, cree firmemente que las estadísticas que ponen a Aguascalientes como el estado con más suicidios en todo el país, no tienen un sustento viable del cual se pueda tomar en serio tan alarmante resultado.

Días antes, la Alianza de Pastores Cristianos del estado indicó que presentaría al gobierno una iniciativa para que fuesen retirados tanto el Gallero –ubicado en la salida norte del estado- como la mítica Catrina de Posada –establecida en la salida sur- debido a sus referencias hacia la muerte como lo dejaron bien claro. Según su teoría, estos símbolos culturales se unían al Cerro del muerto y a la curva de la M -en el poniente y oriente- como parte de un encierro imaginario auspiciado por la idea de morir.

Cuando Vargas escucha este argumento como posible causa de tan triste estadística, disimula su asombro por tan débil argumento. Hombre de ciencia, apura solo a decir que eso “es muy poco para dar una opinión, es algo muy aventurado”.

El psicoanalista no se tienta en sus palabras cuando dice esos cuatro elementos, como todos los símbolos que existen en la sociedad, “tienen la función de mantener la civilización y la cultura”.

Algo tan complejo no puede encasillarse en un solo punto geográfico para él.

“Desde el reino animal está la violencia: los conflictos entre los animales y entre los seres humanos en los albores de la humanidad se resolvían por la violencia, por la fuerza física. Según las especies y su evolución, esa violencia se ejerce hasta que allá una imposición de una voluntad o hasta la muerte del adversario”, opina el experto. El punto central de la separación se da cuando el ser humano “entra a una dimensión que no pertenece a la naturaleza. Y eso se llama cultura y civilización”.

Una parte primordial de lo que ha generado estar en civilización es el derecho. Ese que tenía con la intención de regular cualquier conflicto que se presentara entre los seres humanos. “Tenía, porque ahora el derecho de cualquier índole: estatal, nacional, internacional o universal, parece que ha terminado por fracasar”, apunta Vargas.

En las noticias se anuncian conflictos en Siria, Rusia, México, Colombia y en la gran parte del mundo. “Todo el mundo parece que se está yendo hacia una violencia desbordada”.

¿Qué ha pasado? Es una pregunta difícil de responder. Pero desde su voz autorizada, el investigador asegura que gran parte de la problemática proviene del “capitalismo voraz, el consumismo y la decadencia de los lazos sociales simbólicos”. Esta teoría que domina cada paso que ha dado el mundo desde los últimos años ha provocado “una violencia que expuesta hacia afuera, hacia el otro y su destrucción”. Algo que Freud, el padre del psicoanálisis, identificó como pulsión.

Vargas cuenta con cuidado y muy claramente que “la última teorización de Freud sobre esto es que hay una pulsión de vida y otra de muerte. Le llevó muchos años darle la forma final a su teoría de las pulsiones. Pasó por muchos momentos: corrigió, desechó, echó a la basura y retomó hasta que dio con ese par”. Una pulsión es como un empuje que lleva hacia algo. El afamado e histórico pensador concluyó en que hay una pulsión creadora –“Eros” (pulsión del amor)- y una destructiva –“Tanatos” (pulsión de la muerte).

Según esta teoría, “Tanatos” se expone hacia afuera para que la integridad de cada individuo se conserve. “Pero a veces algo sucede que esa pulsión de destrucción no va hacia afuera y va hacia la propia persona. Y viene entonces la forma extrema que es el suicidio”, explica Vargas.

Entender porque se suicida tanta gente es un asunto serio que no se trata con el debido interés y que implica más allá de teorías sin argumentos sólidos que sentirse rodeados por figuras simbólicas referentes a la muerte. Intentando hacer un esfuerzo por encontrar una razón sólida, Vargas entiende que una gran causa es el hecho de que el vínculo social en el que se desenvuelve una persona que intenta o consuma el suicidio, está deteriorado o roto.

“Ese vínculo que está hecho y tejido con símbolos culturales principalmente por las palabras y el diálogo. Algo pasa ahí, se rompe, y entonces la pulsión destructiva queda desbordada”.

Pero más allá del entorno inapropiado del que se siente separado cada individuo inmerso en este caso, Vargas acusa directamente a los medios de comunicación, “que fomentan, bajo el pseudo derecho a la comunicación, el morbo”. En Aguascalientes se ha vuelto una tradición –hasta aplaudida- dar una noticia de un suicidio en formato de telenovela con todos los pormenores del caso”. E incluso, muchas veces, con música tétrica de fondo. “Hay toda una cultura de esto: morbo y amarillismo”.

Defendiendo esta postura, cuenta que en Alemania está prohibido hablar del suicidio. “Y no es un atentado contra la libertad de prensa”, aclara antes de informar que los índices de estos casos son muy bajos. Lejos de aquí, en aquel suelo de primer mundo, “si una persona llega a suicidarse, no se está pasando por televisión, por el radio o periódicos”. Para Vargas, lo que se hace aquí con bombo y platillo desde hace años no es más que una práctica malsana.

Desde hace muchos años, Aguascalientes cuenta con el estigma de ser la entidad con mayor índice suicidios en un país tan golpeado como México. Vargas entiende que “hay un choque de una forma de ser de una comunidad muy tradicional: Aguascalientes, tierra de la gente buena. Con una tradición muy conservadora y de derechas. Pero por otra parte, las nuevas generaciones que no se reconocen en esos valores, porque además, está la existencia de la doble moral”.

Sin embargo, el profesor va mucho más allá. Incapaz de encontrar los puntos de enfoque que se utilizan para dar a conocer estas estadísticas, cree que está información así como todos los programas creados para tal motivo –“y que no han funcionado”-, tiene un “trasfondo político”. En México, país bizarro donde en muchas partes subsistir es todo una proeza, la paranoia de los argumentos no tienen respuesta. En un punto, todos creen que lo que se dice, aunque suene a una locura, puede ser posible.

Pero la problemática va más allá. Durante la irrupción de las redes sociales, el ser humano ha experimentado una evolución que no siempre ha dado buenos frutos ni resultados que favorezcan a lo que la civilización del ser humano pretenden invocar. De pronto, varias personas han publicado un mensaje de despedida en Facebook o en Twitter antes de quitarse la vida. O más allá, han grabado el momento del suceso. “Esa es otra de las posibles causas que habría que analizar: un dar a ver que no tiene límites. Entonces, como no hay un limitante, ¿por qué no dar a ver la propia muerte?”.

Basadas en una educación católica, para decenas de generaciones, el que se suicida es alguien cobarde y débil que no merece ser vuelto a mencionar en comidas familiares pero sí un pase directo al infierno en ese argot cultural en el que estamos constantemente inmersos.

“El que se suicida está en una situación desesperada y no encuentra otro camino para poner fin a eso que le afecta. No creo que tenga nada que ver con la cobardía”.

Vargas pide ser más serios y exigentes con lo que se dice. Para él, todo individuo que queda desligado a lazo social, ese que se hace por medio de los símbolos y el lenguaje, “deja de encontrarle sentido a las palabras y pierde el sentido”. Según el psicoanálisis freudiano y lacaniano: nos construimos como sujetos a partir de la palabra que nos viene del otro. Es decir, si las personas se construyen a partir de otro, pertenece a un elemento social.

Cuando una persona entiende y se da cuenta de que está aislado de ese vínculo social, “pues no tiene caso vivir y se hunde en su propia existencia. Eso es de lo más angustiante e insoportable”. Para intentar recuperar a una persona que sufre de esto, existen las emergencias subjetivas: “porque sin la subjetividad nos quedamos nada más con el cuerpo y se pierde lo específicamente humano”.

Al profesor-investigador le preocupa y le molesta mucho la mal información que existe y que se da a conocer constantemente. “Eso es lo que tolera el estado”. Vargas pide a las autoridades que cumplan con su función de regularizar “las relaciones simbólicas entre los seres humanos”.

Lamentablemente para Vargas, la información que se da no es suficiente. Indica que tampoco se acercan a expertos como él porque los encargados viven inmersos en todo el argot cultural que existe.

“Tenemos a un Juan Rulfo con su Pedro Páramo que versa sobre la muerte, tenemos milenariamente el día de muertos, tenemos a Posada, el halloween y no pasa nada. Es más, esos recursos yo creo que alejan a la muerte porque son recursos producto de la cultura, de la civilización. Para mantener alejada a la muerte, me río de la muerte. Para mantener alejada a la muerte, me disfrazo de la muerte. Para mantener alejada a la muerte, me burlo de la muerte. Todo eso es cultural. No veo de dónde pueda ser eso la causa. Es algo mucho más complejo”, concluye.

Noticiero El Circo